Cuando era pequeño teníamos una perra llamada Yuca. La teníamos en un local donde trabajaba mi padre y cada día íbamos a verla. Quería muchísimo a mi mi hermano mayor y siempre que llegábamos mi hermano hacía la broma de esconderse como si no estuviese. Yuca se ponía de los nervios, todos le decíamos: "¿Donde está el Tete? ¡Yuca! ¿Y el Tete?" Y ella se ponía nerviosa y ladraba de aquella manera que ladran los perros cuando lloran. Cuando al fin mi hermano salía de su escondite, Yuca le mordía. Le reñía, se enfadaba con él para decirle que nunca más lo volviese a hacer.
Pues bien, me he dado cuenta que todos hacemos como Yuca.